miércoles, octubre 20, 2004

Las patrias transversales III

Mientras Pedro camina hacia la construcción de adobe y techo de lámina de cartón, de sólo dos cuartos, en la que vive su madre, en Querétaro el Güero de la Garza sale del lujoso gimnasio del Tec de Monterrey. Camina por prados arbolados y todos ellos verdes, el pasto perfectamente recortado. Se dirige a su cuarto, en la casa para alumnos que está dentro del campus. Estudia comercio internacional. Hace un año lo corrieron de la matriz del Tec, por un asunto nunca aclarado de faldas y alcohol, en el que tuvo poco que ver. Su padre logró que lo admitieran de nuevo en el campus de Querétaro de la misma institución, gracias a sus contactos y a su dinero.

– ¡Bah! – exclama al entrar a su cuarto – Dejé otra vez prendida la laptop.

Apaga la televisión, que también olvidó prendida, abre la caja fuerte y piensa: "Sólo me quedan tres mil pesos. Tendré que pasar por el cajero del banco, por si la seguimos en la tarde."
Se sienta ante la cómoda mesa de trabajo y consulta en su portátil las cotizaciones internacionales del café. Busca datos sobre el ixtle de lechuguilla y pasa la vista distraídamente por otras páginas con datos de finanzas internacionales. Su mente, hoy sábado, vuela entre cosas diversas: "Qué bueno que vamos a ver Troya, así me ahorro leer la Iliada y puedo dedicar más tiempo a mi tarea de comercialización del café o del ixtle."

"Tengo la vida resuelta, el café, y más el ixtle, son novedades en estos lares, me hacen exclusivo. María Fernanda está muy bien, aunque no tiene la clase de las de Monterrey, por más que viva en el Campanario. Tengo que echarle ganas para terminar la licenciatura aquí, pronto y bien. Así me iré a hacer la maestría en los Iunaites. En Alemania compran ixtle, pero está cabrón aprender el alemán."

Entra al baño, maniobra cuidadosamente con las llaves de la regadera para que el agua esté a la temperatura ideal y toma una ducha caliente en la que se demora, disfrutando del suave cansancio que le dejó la gimnasia y el alivio del agua que corre por su piel. Piensa en los jacusis que hay en los hoteles de su padre, que heredará, como hijo único que es. "El hotel de Laredo no tiene tanta clase, pero se puede mejorar. ¿Para qué? Mejor nos unimos a una de esas cadenas internacionales. Papá tiene razón: hay que asociarnos con los gringos."

Se pone ropa de discreta elegancia, toda de marca; apaga la compu; revisa que la alcoba esté en orden: la caja fuerte cerrada, igual que todos los cajones, en uno de los cuales guarda la laptop, y sale a disfrutar de la vida con sus amigos.

(Continuará)