domingo, julio 12, 2009

Otro escritor

Soy un nuevo participante en este blog. Escribiré muy de vez en cuando ¿Alguien descubrirá quién soy?
No si no escribo.

miércoles, mayo 02, 2007

Palabras malditas

Sin saber a dónde ir encontré de pronto un ancho camino con meta clara y tentadora. Como buen mestizo - y como pobre ser humano - me lancé por esa vía que, ahora, mis hermanos indígenas me enseñan a recorrer sin prisas. Quien va piano va lontano, oí que decían, más o menos, por latitudes y longitudes lejanas.
Por querer correr ciegamente dejé por dos años y tres meses de escribir en este blog. Cuando regresé muchos cambios me bloqueaban la entrada. Tardé en reencontrar las veredas del ciberespacio ... y entre tanto comencé otro blog.
En ese tiempo sin escribir en blogs no sólo éstos cambiaron. Cambié más yo; por eso ya no escribiré desde este oteadero, a partir del cual no encontraba caminos. Sigo afirmando que caminos no hay, sólo un mar donde se establecen rumbos. Desde esos rumbos seguiré pergreñando en otro blogblog cuya dirección es, por si a alguien le interesa: www.galeradepiedra.blogspot.com
¡Ah! pero seguiré peleándome con palabras malditas: pergreñar sigue con castigo de ostracismo para las palabras enlatadas (diccionarios). Pergeñar la desplaza, pero la primera es de "uso común", como lo demuestra cualquier buscador de ese término en español.
Por cierto "rebato" y "arrebato", ¿cómo toca una campana? Puede tocar a rebato y a arrebato ... otra lucha libre estilo mexicano. Seguramente en el otro blog escribiré sobre eso.
Sonsoles, me dará un gusto enorme volverte a encontrar en el ciberespacio.

viernes, abril 20, 2007

El mar cabalga sobre el mundo

Otra vez flotando en una piedra sobre las aguas que galopan.
Los domingos escribiré en este cuaderno de bitácora.
Pirata soy, no lo niego.
Al observar las estrellas, tras las cuales se agazapan los sueños, se rectificará el rumbo y la velocidad ... de ser posible.

domingo, enero 02, 2005

¿Quién conoce a Pedro González?

Tiene 54 años.

Me está limpiando los zapatos, en el Distrito Federal.

Los zapatos están sucios, tierrosos, arañados. Son los mismos con los que, durante cuatro días, recorrí a pie Monclova en busca de fantasmas.

Se me ocurre iniciar la plática con él.

Fue obrero en una fábrica, cuyo sindicato sólo cobraba cuotas y no se veía más.

– Soy campesino – me dice en un momento dado. – Este año (2004) sembré maíz en un terrenito que tengo en Teziutlán, Puebla, pero ¿de qué me sirvió?, al hacer cuentas resultó que perdí ochocientos pesos ¿Para qué seguir sembrando?

Al terminar de bolear el calzado me vende, amable y sonriente, un cigarro suelto, del tenderete ambulante con el que completa su economía vendiendo dulces, chicles, chucherías.

Voy entrando al metro de la gran ciudad con el alma estrujada.

miércoles, diciembre 29, 2004

Pasado-presente

Acabo de regresar de un viaje que quise fuera al pasado. Fui a Monclova, Coahuila, donde viví y trabajé durante un año ocho meses, hace veinticinco años.

El pasado es eso: pasado. La ilusiones de viajar al pasado son eso: ilusiones. Pero en el presente está el pasado, vivo, actuante, como piedra en el riñón, como tumor que duele, o como piedras que cimientan el edifico que habitamos, como partes de las columnas que forman la estructura del hogar que hoy vemos.

Tras perseguir fantasmas, encontré viejos amigos y antiguos compañeros de trajines y luchas. Todos somos hoy muy diferentes, pero el pasado lo llevamos indisolublemente unido a nuestras vidas. Mucho me dejó el viaje, donde encontré, no podía ser de otra forma, el presente de una ciudad que ha crecido y hombres ya viejos que siguen construyendo sobre lo que hicieron hace años.
Luces no esperadas alumbran rincones de mi memoria y el material para escribir se multiplica y crece.
Falta que yo sepa qué hacer con tanta vida.

*** *** ***

Regresé y la modernidad me esperaba en casa, pareciera que con enojo. El chunche en que ahora escribo estaba enfermo de viruela, sarampión, poliomielitis.

Espero que no de SIDA.

Mis hijos me dijeron: "tiene virus".

Es claro que las computadoras están muy por debajo de los seres vivos, que se protegen solos de los virus; si son de gripe o tosferina los eliminan en una semana; si son de rabia o de viruela negra mueren. La computadora simplemente se trababa: no estaba ni muerta ni viva, simplemente no hacía nada, mas que mostrar una cara impasible, la misma cara de siempre: una fotografía de Ixmiquilpan con muchos iconos – ¿así se dice? – que no respondían ante ningún pellizco.

Tuve que ejercer de curandero, más parecido a brujo o chamán que a doctor o cirujano. Tras hora y horas – no es metáfora – de intentar variados y repetidos ensalmos; después de múltiples limpias y sahumerios, todos ellos inútiles, consulté a un facultativo enterado en el asunto. Me recomendó un camino que me llevó a curar a la máquina – háganme el favor, ahora "curamos" máquinas – sin necesidad de "formatear" el disco duro, lo cual me aterrorizaba, pues se perderían no sólo cosas mías, si no de toda la familia.

En fin, otra vez utilizo este gran lápiz , que además es espejo, carta, sobre y en ocasiones pretende también ser libro ( ¡ya quisiera esto último, señor Bil Gueits! ).

Al terminar de pergreñar esta líneas volveré a incursionar por las ondas etéreas en los blogs que me escriben las personas que aprecio. Disculpen si me apropio sus escritos: sé que son suyos, los escriben para sí y generosamente los comparten con quien quiera leerlos, así, los escriben para mí.

Gracias, y me voy a leerlos.

lunes, diciembre 20, 2004

La OTRA, el OTRO, los OTROS. (Extraños)

¿Por qué no encontramos lo que buscamos con tanto ahínco?

Vamos, como ciegos, por un mundo que nos parece luminoso, explorando la oscuridad en busca del otro. Otro que nos complete y nos acompañe. Que recorra con su boca, centímetro a centímetro, toda nuestra piel. Que nos abrace y nos permita descansar sobre su pecho, o repose sobre el nuestro, todo el cansancio, toda la soledad que nos invade. Queremos depositar en sus brazos, y al mismo tiempo arrebata de su espíritu, la desesperación de un individualismo exasperado. Sólo encontramos que cada quien pretende “preservar su espacio” ¿Para qué?, ¿para llenarlo de un consumismo delirante?, ¿para tapizarlo con certificados de eficiencia? Y seguimos más solos, añadiendo soledad a nuestro lado.

A menudo olvidamos que en el mundo hay muchos otros. Cuando brota la solidaridad con algunos, esos otros invaden nuestro espacio, nos sacuden.

Entonces nos sentimos más vivos.

Monclova

Hace veinticinco años llegué a Monclova, persiguiendo fantasmas, apenas esbozados en una lista que se fue haciendo polvo en mis manos.

De la nada de aquellos nombres se fue formando un grupo de obreros y campesinos luchadores. Un año y ocho meses después los vientos de los tiempos me llevaron a otros rumbos.

Veinticuatro años más tarde regreso a Monclova, nuevamente a perseguir fantasmas. Ahora sus nombres no están escritos en papel revolución, sino sólo en las imaginarias y mucho más transparentes páginas de la memoria. En papel, sólo el teléfono de uno de ellos.

Si antes perseguí fantasmas y encontré hombres decididos a luchar contra la enajenación, el engaño, la explotación, poco impide que las sombras del pasado vuelvan a materializarse y me permitan barruntar el tortuoso camino que nos ha llevado al desierto de la lucha social en que ahora vivimos.

Tres fantasmas ya han tomado forma.
*****
(Pergreñado en Monclova, Coahuila, ciudad donde se encuentran, en medio de un desierto, los altos hornos acereros más importantes de México)

lunes, diciembre 13, 2004

La vida que está siendo. (Lágrimas)

El sábado pasado leí el primer capítulo de una novela que todavía no se escribe.

Lloré, lloré, lloré, durante diez minutos, o no sé bien cuánto tiempo.

Lloré como un idiota.

¿Por qué lloré tan abundantemente?

Si alguien lee el capítulo de marras, le suplico que, después de burlarse de mí, me explique, si puede, por qué lloré tanto. Yo no sé.

Pero ¿qué novela es esa, que todavía no se escribe?

Se llama "Muertos incómodos", y apenas la están escribiendo, al botepronto, el subcomandante Marcos del EZLN y Paco Ignacio Taibo II. El primer capítulo, el que me hizo llorar, se publicó el domingo 5 de diciembre en la página del periódico La Jornada y ayer, domingo doce, apareció en el mismo diario el segundo capítulo. Ahí se irán publicando, cada domingo, los capítulos subsecuentes, hasta acabar la novela. Al menos eso pretenden sus autores.

Las partes publicadas se pueden leer en internet, gratis, consultando la siguiente dirección: http://www.jornada.unam.mx
Si alguien me puede explicar por qué lloré tanto, se lo voy a agradecer mucho, mucho.

La vida que está siendo. (Guerra de palabras)

Estaba agazapada en algún oscuro rincón. De pronto saltó como el gato que, sacando las uñas, se eleva para atrapar a un pájaro en pleno vuelo.

Pergrañar, fue la palabra que atrapó mis ideas.

¿Dónde estaba? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Desde cuándo ronroneaba su tristeza, su abandono, su soledad?

En su lomo erizado cabalgaba el significado que yo buscaba, pero el gato se volvió ave que se perdió en la bruma.

Hace días me asaltó otra palabra: "batibolillo". Un diccionario rectificó la acometida, convirtiéndola en "batiburrillo". Me gustó la palabra triunfante. La utilicé.

En cambio, pergreñar se debatió con fiereza. Retornó de la bruma para convertirse en dragón. Se apropió de la idea que anhelaba vestir. Siguió revoloteando en mi mente decidida a quedarse.

Apareció una duda intentando atravesar su corazón.

Apelé a los ejércitos de palabras en orden de batalla. Para atrapar a pergreñar convoqué diccionarios vagabundos del ciberespacio. La palabra no apareció por ningún lado. Según lo consultado la palabra no existe. Pero pergreñar reclamaba su trinchera. No se dejó aniquilar. No permitió que la catalogara como invento de mi imaginación afiebrada. Se agitaba como salmón que pretende huir de las redes que sólo arrastran basura.

Por fin apareció triunfante, no en un diccionario de la lengua española, sino usada muchas veces en múltiples artículos requeridos por un clic en la pantalla de la computadora. Traía a cuestas la idea que mi mente buscaba expresar.

Usaré la palabra aunque no aparezca en ejércitos alineados en diccionario alguno.

¡Ah!, se me olvidaba: "pergeñar" es el adversario que triunfó al lado de palabras envasadas. Pero pergeñar no suena tan bonito como pergreñar en mis oídos rebeldes.

Anotaré el tanto a mi desmemoriada memoria.