domingo, agosto 29, 2004

Retornemos al pasado caminando hacia delante.

Lleguemos al momento (¿podremos?) de sentarnos bajo un árbol, sobre la hierba húmeda, una mañana en la que sale el sol bañado por la lluvia nocturna, a ver cómo levanta, sin hacer más, perdiendo el tiempo, tan sólo platicando con quien está tirado contemplando el cielo que por momentos se vuelve más azul. Platicándonos intimidades. Bajo la bóveda de la mayor iglesia de este mundo.
¿El árbol podrá ser el internet?

viernes, agosto 20, 2004

Disparate posmoderno ( La vida es )


Anuncio por algún medio masivo de comunicación: "Millones (no recuerdo cuántos, no más eso faltaba) de teléfonos celulares en el mundo. VIVIMOS EN LA ÉPOCA MEJOR COMUNICADA (o ¿decía "en la época de mejor comunicación"?, los agujeros de la memoria se abren desde ya) DE LA HISTORIA" y se deduce (hasta yo, romo para esas cosas lo hago) "compre usted su celular si no tiene, (o cómprese otros) y comuníquese más y mejor".
¡Qué disparate!

¿Largas pláticas telefónicas?, estoy en un alto que sólo dura treinta segundos o voy saliendo de la disco, en la cual platiqué mucho (¿?) ¿Largas cartas al amigo, al novio, a la esposa, a los papás?, estoy en internet y es más rápido un forguard, y más comunicación deben ser muchos, que me mandaron no sé quiénes.

Llevo años sin ir a misa a las iglesias de mi pueblo, y en verdad hay muchas. Ya se me está ocurriendo hacerlo para regresar a la chorcha (¿cómo se dice iglesia en inglés?), palabra que remite a la vieja y sabrosa comunicación de hace cien años. Pero no, mis amigos tampoco van a misa. Iré entonces de choping a un centro comercial para comunicarme, ¿con quién?, ¿con las mercancías?

¡Bah!, hoy ando "pesi", sin ganas de usar resbaladillas.

Tayeye


"La vida que fue (III)" es exactamente Jagüey.

Tu comentario lo recibí así nomás, efectivamente, publicado en "comments" de "La vida que fue (III)". Gracias. La próxima vez lo contestaré, si hace falta, también como comentario, a continuación del que me envíes.

Espero leer pronto el blog de Salvador.

Un abrazote.

martes, agosto 17, 2004

La vida que está siendo ( continuación de “la vida que fue IV” )


¿Qué es abajo?, ¿qué es arriba?, ¿el que baja hace mal y el que sube está mejor? ¿Quién lo dijo?, ¿quién lo dice?

En lo físico hay pocas dudas. Es fácil ponernos de acuerdo dónde está "abajo" y dónde "arriba". Igualmente es fácil decir quién baja y quién sube. (Siempre hay la posibilidad que no quiera ponerme de acuerdo y encontraré cómo hacerlo).

Pero, en lo social, en los rumbos que toma la vida, ¿por qué decir que actualmente sólo veo veredas que bajan?, ¿por qué quiero que "abajo" sea sinónimo de lo negativo? Tal vez sea irracional, pero pongámonos de acuerdo: si hago arte, si construyo algo bello, voy subiendo. Si hago una guerra preventiva estilo Bush, resbalo al abismo. Yo necesito cabeza y pies, no quiero perder ni una ni otros; a veces están a la misma altura, otras veces los pies están arriba, pero, en mi caso, al menos, los pies suelen estar abajo y de perder una u otros, ¡que se chinguen los de abajo! ¡Bah! frase definitivamente desafortunada (odiosa), pero tengo que sostenerla en este caso, aunque la repudie en el de las gallinas, que las de abajo siempre son las cagadas.

La vida que fue ( IV )


La cabecera ejidal de Huazalingo, San Francisco, está en la cumbre de un cerro. Siempre me pregunté por qué los náhuatls de la huasteca hidalguense hacen sus capitales en lo alto. Ahora quiero pensar que lo hacen porque llegar al nivel de las ideas significa subir; la cabeza queda arriba. Entonces no me lo explicaba.

Ese día estaba en San Francisco y quería bajar para visitar varios anexos. Abajo, en los pies, tenían su ganado; quinientos bovinos cebú, finos.

De nada servía bajar en camioneta por la carretera de terracería: así no se llega a ningún de los pequeños poblados del ejido.

Las veredas que van a los anexos descienden con rapidez, casi se precipitan a un abismo.

Pensé que las bajadas son más fáciles. En realidad olvidé lo falaz de esa creencia.

Eramos muchos los que bajábamos ese día. Quise alcanzar a los primeros y descendí co-rriendo. A medio camino las piernas no me respondían. Los calambres me paralizaron. A fuerza de voluntad pude emprender la marcha nuevamente, despacio. El dolor era grande y pronto se añadió un temblor general en ambas piernas. Llegué a dos o tres anexos, pero ya no podía volver a subir.
Los tiempos actuales son de descenso. Debo cuidarme, pues sin duda regresará el momento de ascender.

miércoles, agosto 11, 2004

La vida que fue ( III )

Estoy parado en la curva de un camino de terracería. La curva coincide con la cumbre de una joroba del mismo camino, que sigue hacia la derecha. Estoy hechizado por lo que veo: hacia abajo una serranía enteramente verde; primero un profundo corte al que no se le ve fondo; más allá la abrupta subida que hace cumbre, tras la cual se ve otra y otra y otra cumbre, unas más bajas, otras más altas, en un desorden armonioso. Allá, a lo lejos, dos o tres cumbres más altas que mi horizonte (el recuerdo eso cree, no está seguro). Mi guía emprende el descenso por una vereda apenas entrevista. Me invade el miedo de abandonar camino seguro. Sólo en mi interior me pregunto ¿a dónde vamos?, ¿por qué por aquí? No puedo pensar más; mi guía baja rápido; el camino resbala entre peñascos, no vaya a pasarme lo mismo. Al final de ese camino, que no sabía cómo era, me esperaba una nueva etapa de la vida.
En este momento sólo veo veredas que descienden. Con una campana en la mano bajaré por ellas. Llamando al que quiera oír.

La vida que fue ( II )

Los vientos del país huelen a tormenta.
Otra vez el niño, ya viejo, quiere ser basurero.
Caminar de prisa, estar activo, llamar con la campana.
¿A qué?, ¿para qué?

La vida que fue ( I )

No sé ni para qué ni por qué. Empezaré, sin embargo, a escribir cosas vividas (¿sostendré el paso?). Cortas, incompletas, inconexas. No son memorias, aunque están en la memoria, borrosas, difuminadas; sólo apuntes. Seguramente siempre serán inventos construidos sobre los agujeros del recuerdo.

El niño (¿seis años?) oía que alguien pasaba tocando una campana. Si se asomaba por la ventana veía un hombre activo, con grandes guantes (¿ya los usaban?, en el agujero aparece un sí, seguramente inventado). El hombre caminaba de prisa y agitaba una campana. El pequeño no se daba cuenta que el campanero iba sucio y tal vez triste. Lo veía activo y produciendo un sonido llamativo ¿Era por eso? El niño quería ser basurero ¿Cómo sabía que ese señor lo era?