martes, septiembre 07, 2004

La vida que fue ( Campanas )


El camino bajaba abruptamente. Cuentan que ahora hay carretera.
Tres Lagunas está en una cumbre. A la izquierda del camino estaba la pequeña tienda, cantina le llamaban en aquel entonces; a la derecha una cancha de basquetbol, de tierra. Treinta pasos adelante la bajada comenzaba entre dos cercas de piedra, "tejidas" por los viejos, los jóvenes ya no sabían hacerlas.
Deslizándose entre piedras, el camino de herradura sólo era seguro para las mulas, y para los lugareños acostumbrados a ese pequeño despeñadero.
Al alcance de la mano – parecía – estaba Jagüey Colorado, pero a buen paso la bajada tardaba más de quince minutos.
Jagüey no tenía más de veinte casas. Todas construidas en terrenos inclinados. Tras la última casa desperdigada, la bajada continuaba ¿hasta dónde? El maestro no sabía.
Sólo había treinta y dos niños en edad escolar. Suficientes para que hubiera escuela, ¡y la habían construido, moderna!, desde hacía cuatro años, pero no había habido maestro que durara dando clases. La pequeña comunidad estaba muy aislada.
El primer día de clase sólo llegaron cuatro niños. Ni siquiera hablaban. Con ese número retirarían al maestro.
Ya desde entonces el maestro recién llegado exploraba rutas inusuales. "Aprender es una necesidad" pensaba "a eso sólo se llama una vez".
¿Cómo lograr que asistieran a clase más niños?
Varios intentos, menos ir casa por casa por ellos. Tres semanas más tarde asistían ocho.
Dos meses después, tras un viaje largo, apresurado, solo dos días, el maestro trajo desde Michoacán una campana ¿Quería realizar su sueño de ir por la calle haciéndola sonar como el basurero que admiraba cuando tenía seis años?
No había calles. La campana era grande, difícil de cargar. La colgó de una rama gruesa. La idea no funcionó; no pasaban de diez los alumnos.
Fue otra campana la que tuvo éxito: la que sonaba a través de las risas de los niños cuando aprendieron a jugar "quemados", u "hoyitos", con una pelota de esponja llegada de no se supo donde.
La campana michoacana desapareció por vericuetos extraños.
La campana de las risas infantiles resuena luminosa en los recuerdos del maestro. Recuerdos vetustos que no quieren morir. Ni empolvarse.
¿Encontrará ahora, treinta años después, una campana para decir lo que quiere gritar?